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Sábado, 8 de Febrero del 2025

POLTERGEIST EN PARQUE CHAS - RELATO PARANORMAL

POLTERGEIST EN PARQUE CHAS - RELATO PARANORMAL

Parque Chas es, sin duda, el barrio más enigmático de Buenos Aires. Aislado del bullicio de la Capital, es escenario de leyendas como la de «La manzana misteriosa», un área rodeada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra, donde se dice que es imposible dar una vuelta completa. También hay historias sobre la presencia de un extraño minotauro, todos convivientes en una realidad que parece aceptarlos con asombrosa normalidad.

La historia que nos ocupa hoy es la experiencia de Melo (seudónimo elegido por mi entrevistada), quien se acercó a través de la página para contarme su vivencia tan misteriosa como inexplicable.

Nos encontramos en un café cercano a la estación de subte «De Los Incas – Parque Chas», de la Línea B. El lugar tenía un ambiente cálido y acogedor, mientras el sol del atardecer se filtraba, dotándolo de una atmósfera tranquila y, en cierto modo, embriagadora.

Melo parecía sorprendentemente calmada. Generalmente, quienes relatan experiencias traumáticas se muestran nerviosos o vigilantes, pero ella irradiaba serenidad. Tras una charla distendida, finalmente nos adentramos en el motivo de nuestro encuentro. Encendí la grabadora de mi celular y escuché atentamente su relato.

“Durante quince años convivimos con un espíritu”, comenzó Melo, soltando lo que parecía una bomba en su primera frase. “Todo empezó cuando mis padres, mi hermano y yo nos mudamos a un pequeño departamento en Parque Chas.”

Años después, por cuestiones laborales, mis padres se trasladaron a otro barrio, dejándonos a mi hermano y a mí en el departamento. Él pasaba la mayor parte del tiempo fuera, y solo nuestra mascota, un gatito, me hacía compañía.

“Los sucesos extraños comenzaron unos días después”, recordó Melo. “Al principio eran pequeños detalles: solía dormir con la ventana abierta, pero por la mañana siempre la encontraba cerrada. Lo curioso es que era una ventana corrediza, lo que hacía imposible que el viento o una corriente de aire la cerrara.”

Tras convivir un tiempo con estos fenómenos inexplicables, le confesé a mi madre lo que sucedía. “Ella me dejó helada con su respuesta,” continuó Melo. “Antes de irse, había notado cosas similares, pero creía que, al irse, yo, siendo más sensible, me había convertido en el objetivo de esa presencia.”

A raíz de esto, Melo comenzó a investigar el pasado del lugar. Según un vecino, antes había vivido allí un hombre mayor con problemas psicológicos. Tenía alrededor de cuarenta años, pero su comportamiento era el de un niño. El vecino contaba que solía bañarse en el jardín a la vista de todos con una manguera, y que, tras hacerlo un día de invierno, enfermó gravemente y falleció.

“No creo que sea casualidad”, siguió Melo. “Este espíritu parece tener la mentalidad de un niño. Una noche, tras la charla con mi madre, estaba durmiendo cuando unos pasos en el pasillo me despertaron. Sentí cómo la temperatura de la habitación bajaba y percibí claramente el peso de alguien sentándose a mi lado en la cama. El colchón se hundió, y en ese momento, aterrada, le ordené entre gritos que se fuera. Increíblemente, la sensación de frío desapareció y el colchón volvió a su estado normal. Al igual que un niño, el espíritu obedeció.”

Otro incidente ocurrió durante una reunión con amigos. “A medianoche, un reloj cayó al suelo sin explicación. Al inspeccionar el lugar, notamos que el clavo seguía intacto y que no había corrientes de aire. Parecía como si la entidad estuviera celosa o quisiera llamar la atención, algo típico de un comportamiento infantil.”

El momento más inquietante ocurrió cuando Melo estaba sola en casa. “Estaba leyendo en mi habitación cuando, de repente, un estruendo sacudió la oscuridad y se cortó la luz. Al encender la linterna, descubrí que un cuadro había sido lanzado al suelo. Revisé la térmica, pero estaba en perfecto estado. Todo el barrio tenía luz, excepto mi casa.” Decidida, enfrenté al espíritu: “Le ordené que se alejara, que me dejara en paz.” Desde esa noche, los fenómenos cesaron.

Tiempo después, Melo se mudó, pero su hermano permaneció en el departamento. “Nunca fue sensible a esas energías, así que no puedo decir si lo expulsé o si aún sigue allí, esperando a alguien que pueda percibir su presencia. Lo único que sé con certeza es que esa entidad no era maligna; se comportaba como un niño travieso.”

El café seguía iluminado por la luz de la luna, que se mezclaba con los faroles de la calle. La noche era clara, y mientras caminábamos por las laberínticas calles de Parque Chas, una sensación de misterio nos envolvía. Era imposible no pensar en las leyendas de este barrio y en los secretos que aún aguardan entre sus sombras.