Situado sobre la Av. Corrientes al 1669 se encuentra uno de mis Cafés Notables favoritos de la Ciudad. Estoy hablando del famoso “Don Victoriano”, que hasta el año 2016 era conocido bajo el nombre de “El Gato Negro”. El mismo es un clásico y tradicional bar y resto de Buenos Aires, emblema de la Avenida donde se encuentra y declarado “Café Notable y Patrimonio Cultural de la Ciudad”. Es además una de las principales casas de venta de especias y donde venden, a mi criterio, uno de los mejores cafés molidos y en granos que pude haber probado.
El lugar era preso de una ambientación pesada y afrodisíaca por un ambiente de finas especias y extraños sabores. Las mesas y el mostrador antiguo son parte de un hermoso mobiliario que te invitan a pasar horas ahí dentro degustando alguno de los tantos sabores de Té que podrías imaginar. (Nota: Recomiendo el de “Chocolate con menta”).
Frente a mí se encontraba una chica joven. No llegaría a los treinta años. Sus facciones eran delicadas, un aura curiosa desprendía de ella, una mochila con una serie de parches cocidos a hilo demostraba un curioso interés por los animes y los videojuegos. Este último gusto fue acentuado cuando un pequeño Game Boy morado se asomó de uno de sus bolsillos.
La chica decidió tomar un seudónimo para proteger su identidad. Ya que, según lo adelantado, su historia abarcaría no solamente su persona, sino varios integrantes y vivencias extrañas de su familia a través de los años. Nunca sabré si dicho nombre de fantasía fue elegido por su Game Boy Color, por algún personaje de su infancia o por el curioso y divertido color que teñía su larga y lisa cabellera.
Hace años empezó a contarme Lila segura, como si hubiera estado pensando todo el día en sus traumáticas y pasadas vivencias. – Cuando vivíamos con mi madre y su exmarido en un pequeño departamento de Dock Sud.
El Relato de Lila
I
Toda historia de terror que transcurre en una casa o un departamento inician, mayoritariamente, con una mudanza. Una familia que inicia un nuevo período en sus vidas en búsqueda de la felicidad. Lamentablemente, siempre hay un hecho que empieza a llenar de sombras este relato. Algo maligno que desde la oscuridad observa agazapada mente buscando una víctima con algún fin extraño y blasfemo.
La familia de Lila estaba compuesta por Mónica (Su madre), Patricio (Su Padrastro) y tres hermanastros cuyos nombres no es necesario mencionar en estas líneas.
Patricio logró alquilar un departamento en el barrio de Dock Sud. Se encontraba en el primer piso de una casa modificada para ello. El lugar era pequeño pero acogedor y le llevó varios días a la familia asentarse en el lugar.
El espacio le brindaba al matrimonio su propia habitación, la entonces pequeña Lila también tenía su cuarto, lo bastante grande como para compartirlo cuando alguno de sus hermanastros (dos de un matrimonio de Patricio y un tercero de otro) venía a la casa a visitar a su padre.
La casa se adecuaba a sus necesidades y les brindaba armonía y tranquilidad. Así pasaron los días y los meses hasta que dos años se completaron en su totalidad. Luego, todo empeoro.
II
Era una noche fría de otoño. Lila se despertó con ganas de ir al baño por la madrugada. Le había costado dormir porque había escuchado a su mamá y su pareja discutir por la noche (Lo hacían en voz baja, pero ella tenía un muy buen oído). Cuando se destapó metió sus pies en unas pantuflas mullidas y se cubrió con un abrigo que tenía colgado a unos metros. Ella notaba que había algo distinto esa noche. Algo que la ponía nerviosa, que no la dejaba sentirse segura en su habitación. Ella no se sentía sola sino acompañada por algo que no podía ver ni tocar pero que la miraba desde algún rincón y desprendía en su habitación un frío seco y muy extraño. Dándole al aire del lugar una pesadez especial. Dándole un ambiente opresivo.
Sin prestar mucha atención, la niña salió de su dormitorio y se dirigió a la puerta del baño. Pero no llegó a ingresar porque al girar la cabeza con dirección al pasillo que daba al pequeño comedor distinguió a su madre sentada en la oscuridad.
Sin pensarlo dos veces Lila se sentó al lado de su madre. Ella fumaba y tenía la mirada perdida. La sentía ida, como si no estuviera con ella en las sombras de la pequeña habitación sino en algún otro lugar donde su cuerpo físico no podía dirigirse.
Asustada, la pequeña le presiono fuertemente el brazo y se lo tironeo varias veces. Tras un sinfín de instantes, la mujer salió de sus hipnóticos pensamientos y dirigió la vista a su hija explicándole que se estaba dormida y que no le pasaba nada extraño. Lila, en cambio, sabía que eso no era cierto.
Una vez ya ido al baño y tomado un poco de agua, su madre la acompañó a su cuarto y la arropo en la cama. Le dio un beso en la frente y llegado a la puerta le dijo algo extraño y para nuestra pequeña, bastante misterioso. Al parecer, la madre de Lila también sentía ese frío horrible. Sin prestarle atención abandonó el cuarto dejando a la pequeña solamente acompañada de su luz de dormir.
Fueron varias las noches en las que Lila se despertaba a la madrugada. De a poco sentía que esa presencia empezaba a tomar más fuerza, más volumen físico. Mientras notaba que su madre cambiaba de carácter y brotaban ciertos roces y peleas entre ella y Patricio, su padrastro.
Los sucesos fueron en aumento hasta que una terrible noche Lila despertó de golpe sintiendo entre el sueño y la vigilia como unas manos frías y antinaturales la tomaban con fuerza de sus piernas y luego de apretarla hasta hacerla lastimar la jalaron en forma inhumana arrojándola del otro lado del cuarto.
El grito de la pequeña fue tan poderoso que su madre y Patricio llegaron a su habitación en menos de veinte segundos. Esa noche Lila le contó a su madre lo sucedido y apenas se hizo de día ambas fueron juntas a una famosa bruja y curandera del barrio.
Pese a que los años pasaron y Lila era pequeña aún hoy recuerda aquel lugar. Un lugar frío y oscuro lleno de estatuas de diferentes cultos y religiones antiguas y desconocidas. El aire olía a incienso y cierta desconfianza y alerta inundaba sus sentidos. Luego de que esta señora la viera y escuchara su historia, recomendó sacar a la niña de esa sala para que puedan hablar entre adultos.
Ya del otro lado de la puerta Lila podía escuchar extraños cantos y sonidos de instrumentos. Se sentía mal por haber dejado a su madre con esa extraña mujer vestida de curiosos colores y plumas. Luego de unos eternos minutos sintiéndose sola acompañada solo por una estatua de un esqueleto macabro que más adelante conocería como “San La Muerte” su madre salió de aquel obscuro consultorio y se dirigieron a casa. Antes de llegar su madre le dijo muy plácidamente que ya nada le iba a pasar y que todo quedaría en el pasado.
Pero no fue así.
III
Luego de varias noches de la visita a esa extraña señora todo empeoraba en la casa. El matrimonio estaba sumido en peleas cada vez más fuertes y Lila no dejaba de sentir el frío creciente en habitaciones de su hogar. Se sentía cada vez más observada y el dolor de cabeza no le daba tregua. Su madre, cada vez más distante, parecía enfermarse. La escuchaba eructar de forma extraña diariamente mientras que veía poco a poco como su piel tornarse cada vez más pálida.
Terriblemente asustada por la salud de su madre, Lila salió cada vez menos de la casa y estuvo pendiente de la mujer que buscaba la soledad.
Cada noche esa extraña entidad hacia ruidos, enfriaba el ambiente de una forma gélidamente horrible y molestaba en sueños a las dos mujeres de la casa dejando a Patricio de lado de tal curiosa forma que este no percibía su presencia en lo absoluto y culpaba en cada una de las peleas a su mujer diciéndole que usaba el tema para asustar a la pequeña.
Lila empezó a tener sueños macabros, donde figuras amorfas danzaban en su habitación y la lastimaban apretándole el cuerpo y tirando de su pelo. A la mañana siguiente, ella descubría extrañas magulladuras y lastimaduras en su piel. Mayoritariamente en sus rodillas y siempre la ropa de cama amanecía tirada en un lejano costado de su habitación.
Fue un día terrible, luego de una discusión familiar que parecía no tener fin cuando le pequeña vio a su madre meterse al baño de una forma horrible. Sin dudarlo dos veces Lila abrió la puerta del sanitario y descubrió a su madre vomitando una extraña sustancia negra que se asemejaba al petróleo dentro del inodoro. El olor era nauseabundo. El frío ya era insoportable y algo en el ambiente las amenazaba constantemente. Les sacaba la poca tranquilidad y comodidad que podían tener. Esa misma tarde, Mónica abandonó esa casa con su hija para no volver dejando todo lo que pasa.
A los pocos días Mónica y Patricio se separaron. Nunca la pequeña Lila supo nada de él. Nunca volvieron a ese lugar tenebroso dejando ahí a ese espectro infernal.
* * *
Después de unos años —Lila ya siendo mujer— mi madre conoció a otro hombre. Se casaron y él me dio su apellido. Nunca volví a vivir cosas tan horribles como lo que pasé en aquel departamento de Dock Sud. Pero al mismo tiempo, no hay una noche en la que no recuerde esa pesadilla y pueda dormir a oscuras.
Los olores de las especias de El Gato Negro (Prefiero el antiguo nombre de ese bar) impregnaban nuestras narices de una forma increíble. Los clientes ya se habían renovado varias veces desde que empezamos con la charla y la misma no parecía tener fin. Temas como los fantasmas hogareños, los exorcismos caseros y ciertas creencias religiosas avivaban el fuego de la conversación.
Aquella tarde Lila me contó algo curioso. Me confesó que cuando nació lo hizo con el saco amniótico intacto. Esto significa que cuando nació estaba fuera de su madre en la protección que tenía dentro de ella. No es algo muy común y tiene una visión religiosa de protección. Comúnmente los niños nacidos de esta extraña manera poseen la protección del “Manto de la Virgen”. Así que probablemente esta curiosa protección junto a su fe logró que esa cosa blasfema no le pudiera hacer el daño deseado.
También me contó algo que su madre le confió años más tarde cuando Lila tenía la mayoría de edad. Aquella tarde de años atrás donde la extraña hechicera se quedó a solas con Mónica le hablo sobre una maldición causada por una ex mujer de Patricio. Al ser este no creyente de lo paranormal y de este tipo de cosas, aquella fuerza oscura y con terribles propósitos rebotó en su madre trayéndole oscuros presagios siempre y cuando su matrimonio fuera sólido.
Cuando ya Lila abandonó el lugar para encontrarse con su pareja me quedé unos instantes a acomodar mis cosas. Guarde mi celular luego de corroborar que todo el relato estuviera allí grabado, pague la cuenta de lo consumido y aproveché mi estancia en aquel mítico y notable lugar para comprar un poco de café molido.
La noche estaba ganándole al día en la Ciudad de Buenos Aires. Los restaurantes y grandes pizzerías de renombre, las librerías y todos los locales iluminaban la mítica calle Corrientes. Calle de Buenos Aires donde algunas de sus baldosas dejaron inmortalizados a muchas estrellas de nuestra cultura popular.