
EL AHORCADO DE CHACARITA - LEYENDA URBANA
«Aquel que cuelga del árbol no está muerto, está atrapado entre este mundo y el siguiente,una figura grotesca en un purgatorio eterno.»
Stephen King, «It».
El Cementerio de la Chacarita, también conocido como el Cementerio del Oeste, es famoso por su larga historia y la cantidad de personalidades ilustres que descansan en él. Con una extensión de cinco hectáreas, está delimitado por las calles Guzmán, Jorge Newbery, las vías del Ferrocarril San Martín, Garmendia, Del Campo y Elcano. Es considerado el cementerio más grande de la Ciudad de Buenos Aires. Entre los difuntos que reposan en este lugar se encuentran figuras destacadas como Enrique Santos Discépolo, Tita Merello, Alberto Olmedo y Benito Quinquela Martín, entre otros.
Cuenta la leyenda que, los jueves de luna llena, puede verse una visión espantosamente macabra en las inmediaciones del cementerio, particularmente en la calle Jorge Newbery, cerca de la intersección con las vías del tren.
Por esta razón, dejé mi barrio de Lanús un jueves a principios de junio y me dirigí al antiguo barrio de Chacarita para preguntar a los vecinos si conocían la famosa leyenda.
Muchos testigos afirmaron haber visto una figura cadavérica, en avanzado estado de descomposición, colgando de uno de los árboles que tocan los altos muros del cementerio.
Martín: “Lo vi hace unos años, cuando trabajaba en la zona. Venía en el bondi y vi el cuerpo colgando. Pensé en llamar a la policía, pero cuando volví a mirar, ya había desaparecido.”
Agustina: “Yo suelo tomar el colectivo los jueves por la noche, cuando vuelvo de la facultad. Una noche vi esa figura de la que pocos hablan. Recuerdo que era casi transparente y colgaba de una soga atada a una rama de ese árbol” (señaló un antiguo y enorme árbol cercano a las vías). “Sus ojos estaban abiertos y tenía la mirada perdida.”
Enzo: “Nunca vi al ‘Ahorcado de la Chacarita’, como muchos lo llaman, pero mi tío, que tiene como setenta años, lo vio en su adolescencia. Siempre dijo que era una de las víctimas de la fiebre o algo relacionado con el tren funerario. Yo no le creo mucho. Para eso, tendría que verlo yo mismo.”
Las palabras del último testigo captaron mi atención, ya que mencionaba dos hechos con base histórica.
En 1871, Buenos Aires fue devastada por la fiebre amarilla. Los muertos y el olor a putrefacción inundaban las calles. La epidemia cobró miles de vidas y forzó la apertura de nuevos cementerios, ya que los existentes no daban abasto para tantos difuntos. De hecho, el Cementerio de la Recoleta, el segundo más importante de la ciudad, no albergaba a las víctimas de la fiebre. Por ello, se creó el Cementerio de la Chacarita y se instauró el “Tranvía Fúnebre”, que recibía los féretros en la actual intersección de las calles Bermejo (hoy Jean Jaurès) y Avenida Corrientes.
De vuelta en el presente, mientras caminaba junto al muro del cementerio durante un frío atardecer, pensé en la teoría más plausible sobre este “fantasma”.
Se habla de un amor separado por la fiebre: una pareja de jóvenes enamorados. Cuando la muchacha murió por la enfermedad, su amado no pudo soportar la pérdida y se quitó la vida cerca de la tumba de su amada.
Este relato me recordó a la famosa obra de William Shakespeare, «Romeo y Julieta», donde Romeo se quita la vida tras creer que Julieta ha muerto. Una obra muy recomendada, por cierto, y una de mis favoritas del dramaturgo inglés.
Después de tomar un café cortado, en un bar de la zona, y ya con la noche bien entrada, no pude evitar el macabro deseo de acercarme al lugar donde supuestamente se aparece el ahorcado de la leyenda. Con el corazón latiendo más fuerte de lo normal y cierta adrenalina en mi sangre, caminé bajo la luz de la luna y las luces artificiales por la avenida Warnes, buscando al famoso fantasma. Desafortunadamente, unas nubes cubrieron la luna poco después de cruzar las vías y, al cabo de un rato, decidí abandonar la búsqueda y continuar mi investigación en la calidez de mi estudio.
A mi juicio, una muerte violenta puede desencadenar los fenómenos más atroces en nuestras almas. No es casualidad que los casos más conocidos de fantasmas se deban a personas que murieron en circunstancias extrañas o crueles. En ciertas religiones, el suicidio se considera un pecado porque se supone que la muerte es impuesta por un dios, no por el hombre. Tal vez sea por eso que el espíritu no puede abandonar este mundo. Quizá, este espíritu solitario esté esperando a su amada para ir juntos hacia la eternidad. Pero eso, al igual que esta leyenda, seguirá siendo un misterio enigmático de esta oscura y mítica Ciudad de Buenos Aires.
Autor: Matías Ferri para Obscura Buenos Aires (2016)